jueves, 8 de noviembre de 2012

El fin del mundo zombie

Era de día pero estaba gris y hacía frío, era noviembre y la lluvia lo confirmaba. Afuera hacía un frío gélido como si esto fuera Rusia, adentro, el calor de Cuba, mi cuerpo hervía como si fuera agua hirviendo en un fogón con leña seca. Estaba solo, pero acompañado de un sudor mojado, aquel día de noviembre de algún año.

Apenas miraba la luz porque aquel dolor en los ojos me lo impedía, entre más abría los ojos menos miraba, me iba quedando ciego. Escuche abrir la puerta principal, ese día no tenía visitas, bueno nunca, porque no tenía amigos en aquel vecindario, ni en la vida, que recién había llegado, todo era nuevo, hasta el olor y la fiebre, la luz y la pequeña ceguera, el dolor de cabeza y las convulsiones, esos pasos no los había escuchado o talvez si pero no los recordaba.

Sentí una mano de piel suave, fría como si era un muerto el que me tocaba, abrí los ojos para ver pero no pude, me puso su mano helada en el rostro y me dió a tomar de una pócima amarga, abrí los ojos y miraba pero ya no había nadie, no sé cuanto tiempo estuve sin ver ni quien me atendió, abrí las ventanas y el día seguía gris, la brisa fresca y en el cielo cruzaba un avión con el estruendo del fin del mundo.

No me imaginaba lo que ocurría afuera, ni lo que ocurrió adentro de mi casa, pero ocurría algo malo porque los perros latían sin parar con aullidos como si vieran al mismísimo diablo. Me puse mi suéter verde oscuro con el cierre desgastado y la parte inferior manchada de pintura, me lavé y sequé la cara, salí y ví la soledad en las calles, miré hacia todos lados y no ví a nadie, quise encender el automóvil y no pude porque no tenía combustible.

Me fuí caminando hasta el centro de la ciudad y todo se veía en calma, la lluvia se había convertido en un tibio sereno y las calles en un desierto. Llegue al supermercado, estaba abierto pero no había nadie, aquello me puso en alerta y urgido de saber que pasaba, tomé lo que necesitaba y salí rápidamente hacia la gasolinera, cuando llegue ví dos hombres caminar muy raro, como si estuvieran heridos y enfermos de algo incurable, sangraban y gritaban, me acerqué un poco, ahí fue donde supe que eran zombies, entonces les dije: ¡Asi que este es el fin del mundo, no me lo imaginaba así, pero este es!