lunes, 14 de enero de 2013

La esquina


Salí corriendo después de escuchar el estruendo del único autobús de aquel pueblo en algún rincón del mundo, sentí que iba una parte de mi futuro, era una mañana de domingo, soleada de verano, cuando decidí marcharme de aquel lugar que cuando era mediodía se sentía como si el mismo diablo se quitaba el saco y lo lanzaba encima del pueblo, mis razones ni yo mismo las entendía pero eran mis razones.

Me subí corriendo con una mochila heredada de mi bisabuelo, por poco me disloco el brazo en aquel movimiento de agarrarme del autobús porque siempre creí que iba mi futuro, no sabía para donde iba pero estaba seguro que iba para algún lugar mejor que este en el que ya no tenía a nadie, hijo único, mi madre recién murió y mi padre, mi padre nunca lo conocí, pero es como si estuviera muerto en vida, algunos tienen mejores historias este no es mi caso la mía es una historia contrariada y de llanto constante.

Llegué al destino del autobús, no sabía si ese era el mío, hasta su última parada con mi mochila de mala muerte, con dos camisas, dos pantalones de tela y un par de zapatos remendados por la desgracia. no sabía dónde estaba, ni como me llamaba, no sabía si estaba vivo o era un muerto vivo como mi padre, siempre a los padres terminamos culpando de nuestro destino turbulentos, solo sabía que estaba en un lugar enorme, rodeado por el ruido de miles de autobuses, el aire contaminado, el estruendoso anunciante ofreciendo pantalones y camisas a bajo precio, el niño ofreciendo el periódico, un edificio del alto de la soledad que me cobijaba, estaba donde estaba pero no sabía si quería estar ahí, caminé hacia afuera de la estación de autobuses y vi una ciudad que vivía la vida rápidamente.

No tenía un hogar en aquella enorme ciudad, no tenía un solo amigo, no tenía a nadie era yo y mi soledad. Llegué a una esquina donde vi un hombre con una guitarra, no muy viejo ni tan joven, me quedé escuchándolo con mucha atención me pareció algo hermoso, me quedé escuchándolo hasta el atardecer, tenía una vos espectacular digna de los mejores cantantes del mundo, le pregunté: por qué no tocaba en un mejor lugar y me respondió: Este siempre va ser el mejor lugar.

Me llevó a su casa, me dio de comer, de beber, de vestir, me di un baño y salí a la sala, conversamos y terminé contándole mi vida en una noche, nos quedamos dormidos en los sillones. Desperté el siguiente día sin saber qué hacer y me ofreció enseñarme a tocar guitarra en las noches que regresara de La esquina del arte como él la llamaba mientras tanto yo me quedaba en casa aseando y ordenando, limpiando las guitarras, todas las noches después de cenar me enseñaba a tocar la guitarra, al poco tiempo de haber aprendido terminé por acompañarlo a tocar todos los días a La esquina.

Mucho tiempo después llegó un señor de barba grande con sombrero, alto, flaco y con una vos suave a ofrecernos tocar en su bar muy conocido en aquella ciudad. el bar se llamaba Las gaviotas, no sé porque y nunca se lo he preguntado, aquel bar se llena de viernes a domingo que son los día que vamos a tocar y aquí seguimos tocando y siempre tocamos en La esquina del arte porque ese es el mejor lugar.