miércoles, 22 de febrero de 2012

Casualidades

Desperté con una erección cuando escuche la voz de la mujer que estuve diseñando en cada poema, acompañada del sonido de la armónica del viejo que siempre tocaba en la esquina del barrio, cantaban algo de Sabina, creo. 

Se escuchaba tan hermoso que el sol entraba por la ventana e iluminaba la habitación al ritmo de la armónica, eran como las 6:15 de la mañana, hora propicia para recibir malas noticias, del año donde los alimentos se habían escaseado y por lo visto las novias también porque yo seguía soltero en mi cama.

Mire por la ventana y estaban rodeados por los niños que iban para la escuela y solo se detenían para aplaudirles por tan maravilloso sonido, el viejo ya tenía la cara marcada por todos los lugares que había recorrido con la armónica. 

La armónica  tocaba lo que el viejo pensaba como algo automático. Salí inmediatamente para ver la joven y saber si era la mujer que había estado escribiendo, era ella, de cabello rubio con labial color carne exhortándome a besarla, de ojos color miel con la figura de la tinta con la que había diseñado cada poema. 

Les pedí que tocaran La Canción más hermosa del mundo de Joaquín Sabina, sonrieron y comenzaron a cantar, hasta desbordarme el alma. Al terminar me tomó de la mano y me beso mientras el viejo seguía tocando la armónica. 

La lleve al apartamento y llegamos hasta la cama, donde deje aquella erección, le hice el amor con la fuerza de aquel joven de dieciséis años que fui, como animal salvaje, fue hasta ese momento que me preguntó el nombre y le
Dije; —Me llamo Guillermo ¿Y vos? —Gabriela. Como la que había creado en los poemas, me dije en voz baja.  

La miraba todos los viernes por las mañana con la misma belleza de siempre, con su voz maravillosa, en la misma esquina, en la misma cama dedicándole poemas en cada beso, hasta que ella decidió emigrar hacia estados unidos no se que será de Gabriela pero yo sigo aquí esperándola con cientos de caricias.

Meses después recibí una llamada a las 5:00 de la madrugada como para ponerme a pensar de nuevo con las malas noticias a esa hora pero era Gabriela la chica que armonizaba el ambiente de aquel  barrio gris, ahora está cantando en las esquinas de New York talvez muy pronto sea una cantante conocida por todo el mundo, mientras tanto yo seguiré aquí escribiendo mujeres en cada poema.

jueves, 9 de febrero de 2012

Buscando siempre al amor

Un apartamento en silencio, un cuento por terminar sobre la mesa, una libro en la cama, el café calentando para ser servido junto a la pizza, un hombre rodeado por la soledad, afuera un mundo que abre los ojos para comenzar a soñarlo, un tocadiscos al ritmo de The Beatles. Ese es básicamente mi ambiente a veces un poco sombrío, otras lleno de romanticismo.

Soy Román profesor de lengua y literatura española ese sería mi único subtitulo si mi nombre fuese titulo de una historia porque la vida no me ha dejado ser ni mujeriego ni asesino mucho menos un hombre rodeado de familia mi única compañía es Bob mi perro que caminamos siempre rumbo a la escuela y en cada latido me demuestra que su mundo es menos feo que el nuestro.

Las tardes siempre termino abriendo la ventana donde el sol se esconde como queriendo encontrar a la mujer que me cautivo en aquel verano de 2005 y que está siempre sonriente en la tiendita del frente dibujándole una alegría a mi soledad. Ya no sé porque razón no estamos juntos solo sé que la amo desde el día que la conocí.

Ese día baje de mi apartamento a comprar cigarrillos y algunas cosas para cocinar mi cena, fue en 2005 un verano caluroso parecía que el mismo diablo abrazaba  el clima, la mire a los ojos de forma penetrante y vi en aquella dependienta la mujer de mi vida, nos saludamos e intercambiamos palabras me dijo que se llamaba Dara y en ese nombre se encerró ese sentimiento llamado amor.

Dara se iba convirtiendo en sueños, desvelos y desvaríos cuando caminaba hacia la escuela, le enviaba poemas que escribía en las madrugadas mientras contemplaba la luna, siempre me los contestaba con el niño del barrio, que habíamos convertido en nuestro mensajero, con un ¡Gracias! La miraba por la ventana al momento de leer los poemas sonreía y se sonrojaba con el vaivén de mis letras, todo estaba preparado para pedirle que fuera mi novia.

Dos meses después de conocernos decidí ir hasta la tiendita, la espere al salir fuimos caminando hasta llegar al café de la esquina, ahí pasó lo que tenía que pasar le dije lo mucho que la quería y si aceptaba ser mi novia. Con una sonrisa hermosa digna de la belleza de una aurora boreal me dijo: ¡si acepto!

Salimos del café y nos fuimos besando por toda la calle como si solo nosotros existiéramos, sonreímos y la gente nos miraba como si éramos dos locos, en realidad estábamos locos pero de amor, el amor es la locura más cuerda que existe.
Nos casamos y Dara ya no trabajaba en la tiendita del frente ahora era una ama de casa muy ocupada en atender aquel amor que comenzó con miradas penetrantes  y estábamos tan felices que dos años después de aquel acontecimiento especial Dara decidió embarazarse para que tuviéramos un hijo. Aquel profesor que nunca tuvo compañía ahora va a tener a los dos amores de su vida juntos y para siempre.

Pero Dara, Dara ya no está, se ha ido y también se fue Miguel Román mi hijo que murió junto a ella en aquel fatídico parto en el hospital de la ciudad, también se fueron mis recuerdos, sueños, anhelos, la vida casi siempre es injusta y no como la esperas por eso he decidido escribir esta carta en lo que estoy fumándome un cigarrillo y preparando mi suicidio en el lugar más alto y oscuro de este apartamento, mi perro Bob se entrelaza a mis piernas como queriendo irse junto a mí. 

Bob será de quien encuentre primero esta carta cuídenlo mucho y siempre llévenlo de paseo a la escuela es muy educado una vez leímos juntos La divina comedia de Dante Alighieri y resurgimos del infierno en el que estábamos. Tengo que terminar esta carta y preparar la soga que me llevara a encontrarme con Dara y a conocer a mi hijo Miguel Román.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El rey del mundo


 Pedaleaba en la bicicleta con tanta alegría que me cambio el momento, su sonrisa también se dibujo en mí, me sentía igual de alegre al ver a un niño vagabundo por la calle pedaleando en una noche llena de estrellas, fría. No sé en qué pensaba, pero seguro era su primera bicicleta, la que todos queremos a esa edad.

Talvez no tenía comida, ni donde dormir, ni a quien abrazar en esa noche fría, en ese momento se sentía el rey del mundo, el más feliz de este planeta. Los recuerdos de mi niñez los vi en ese instante, me vi reflejado en aquel niño con su ropa desteñida por la soledad de la vida, con su cara sudorosa por el recorrido en su bicicleta y su piel rasgada por la falta de amor de un familiar.

No se me ocurrió otra cosa que regalarle dinero para que saciara la sed al verlo tan agitado por el pedalear y por la alegría que le significaba la bicicleta de color gris con llantas desgastadas que transportaba al ser más feliz del mundo, gesto que me agradeció y que igual era insignificante para la alegría que tenia. En aquella escena solo faltaban sus padres aplaudiéndole y sonriendo junto a él.

No sé quien le regalaría la bicicleta pero quien haya sido se convirtió en un verdadero héroe, la felicidad también esta en lo más sencillo. Mientras pedaleaba conversábamos y durante el camino nunca se quejo de su situación. Siguió pedaleando hasta perderse en la oscuridad pero su alegría quedo en el ambiente y en mi memoria.  


No sé donde estará talvez ande por ahí pedaleando en su barrio o colonia dibujando mas sonrisas en el viento y con algunos golpes en sus rodillas que para él solo son extensiones de la felicidad, si lo mira dígale que; sin importar sus momentos de tristeza nunca deje de sonreír.