Salí
corriendo después de escuchar el estruendo del único autobús de aquel pueblo en algún rincón del
mundo, sentí que iba una parte de mi futuro, era una mañana de domingo, soleada
de verano, cuando decidí marcharme de aquel lugar que cuando era mediodía se
sentía como si el mismo diablo se quitaba el saco y lo lanzaba encima del
pueblo, mis razones ni yo mismo las entendía pero eran mis razones.
Me subí
corriendo con una mochila heredada de mi bisabuelo, por poco me disloco el
brazo en aquel movimiento de agarrarme del autobús porque siempre creí que iba
mi futuro, no sabía para donde iba pero estaba seguro que iba para algún lugar
mejor que este en el que ya no tenía a nadie, hijo único, mi madre recién murió
y mi padre, mi padre nunca lo conocí, pero es como si estuviera muerto en vida,
algunos tienen mejores historias este no es mi caso la mía es una historia
contrariada y de llanto constante.
Llegué al
destino del autobús, no sabía si ese era el mío, hasta su última parada con mi
mochila de mala muerte, con dos camisas, dos pantalones de tela y un par de zapatos
remendados por la desgracia. no sabía dónde estaba, ni como me llamaba, no
sabía si estaba vivo o era un muerto vivo como mi padre, siempre a los padres terminamos
culpando de nuestro destino turbulentos, solo sabía que estaba en un lugar
enorme, rodeado por el ruido de miles de autobuses, el aire contaminado, el
estruendoso anunciante ofreciendo pantalones y camisas a bajo precio, el niño
ofreciendo el periódico, un edificio del alto de la soledad que me cobijaba,
estaba donde estaba pero no sabía si quería estar ahí, caminé hacia afuera de
la estación de autobuses y vi una ciudad que vivía la vida rápidamente.
No tenía
un hogar en aquella enorme ciudad, no tenía un solo amigo, no tenía a nadie era
yo y mi soledad. Llegué a una esquina donde vi un hombre con una guitarra, no
muy viejo ni tan joven, me quedé escuchándolo con mucha atención me pareció
algo hermoso, me quedé escuchándolo hasta el atardecer, tenía una vos
espectacular digna de los mejores cantantes del mundo, le pregunté: por qué no
tocaba en un mejor lugar y me respondió: Este siempre va ser el mejor lugar.
Me llevó
a su casa, me dio de comer, de beber, de vestir, me di un baño y salí a la
sala, conversamos y terminé contándole mi vida en una noche, nos quedamos
dormidos en los sillones. Desperté el siguiente día sin saber qué hacer y me
ofreció enseñarme a tocar guitarra en las noches que regresara de La esquina
del arte como él la llamaba mientras tanto yo me quedaba en casa aseando y
ordenando, limpiando las guitarras, todas las noches después de cenar me
enseñaba a tocar la guitarra, al poco tiempo de haber aprendido terminé por
acompañarlo a tocar todos los días a La esquina.
Mucho tiempo después llegó un señor de barba grande con sombrero, alto,
flaco y con una vos suave a ofrecernos tocar en su bar muy conocido en aquella
ciudad. el bar se llamaba Las gaviotas, no sé porque y nunca se lo he preguntado,
aquel bar se llena de viernes a domingo que son los día que vamos a tocar y
aquí seguimos tocando y siempre tocamos en La esquina del arte porque ese es el mejor lugar.